“¡No, no es cierto!” es lo primero que pensé cuando leí la noticia. Hoy, 28 de diciembre, día de los inocentes, creí que podría tratarse de una mala broma. Busqué la información. Tristemente no se trata de una broma, no es un error. El gran Maestro Armando Manzanero, ya no resistió.
No sé tú.
No sé tú, que también estás enterándote de la noticia, pero yo siento dolor por la pérdida de este magnífico compositor. No tuve el placer de conocerlo en persona, incluso teníamos algunas opiniones radicalmente opuestas, sin embargo, siempre sentí y seguiré sintiendo por él enorme admiración y respeto, por el hombre, el maestro, el mágico poeta que sabía cómo darle estructura al amor.
Adoro.
Adoro su obra, su infinito talento. Cada tema, cada verso, cada nota, cada acento. Su manera única de ensamblar cada palabra con cada corazón. Corazones rotos o rebosantes de amor, para cada esperanza, para cada recuerdo, para todos, el Maestro Manzanero tenía una hermosa canción.
Esta tarde vi llover.
Esta tarde vi llover, porque estaba llorando el cielo, sabiendo que era el último día que el gran compositor vivía. Llegó la noche, el cielo obscurecía más espeso, más negro, más frío, más cargado. Era el anuncio de la muerte que se acercaba, para arrebatarle al mundo la última esperanza de volver a tener temas nuevos del Maestro Manzanero.
Nada personal.
Nada personal hubo nunca entre el Maestro y yo, y sin embargo, formó parte importante de mi vida. Sus palabras describían con exacta precisión mis emociones, y algunas veces desgranaba con tremenda delicadeza mi dolor de amores. Sin conocer mis secretos, por medio de sus canciones los dejaba expuestos.
Por debajo de la mesa.
Por debajo de la mesa se esconden historias prohibidas, de esas que para la sociedad jamás estarán permitidas. Y sin embargo, son historias tan comunes, tan frecuentes, que aunque estuvieran ocultas, siempre han estado presentes.
Somos novios.
Somos novios eternamente por medio de tus canciones, porque imcluso en la más difícil situación, tus frases nos remueven los recuerdos y nos refresca la emoción que sentimos al conocernos.
Te extraño.
Te extraño, Maestro Manzanero, porque en cada uno de tus versos siempre encontraba un consejo. Pero me queda el consuelo de tu inagotable producción. Y la vida se queda corta comparada con tu legado de amor.
Contigo aprendí.
Contigo aprendí a dejar fluir los sentimientos, a expresar el dolor de un amor imposible, o saltar de emoción para bajar las estrellas del cielo y ponerlas con ternura en el corazón de la persona elegida.
Dormir contigo.
Dormir contigo, escuchando tus canciones, vibrando al ritmo de los acordes que dejaste impregnados en todos nuestros corazones.
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[…] me levanto, me sacudo cualquier asomo de pereza, y con toda la determinación y actitud de triunfo seguro, voy y los hago […]