Anoche, estaba tranquilamente recostada en un sillón de la sala, tomando un café calientito para calmar un poco el frío que comenzaba a incomodarme, mientras estudiaba un audiolibro con los audífonos puestos para recibir directamente y sin interrupciones toda la información posible.
Cómo si hubiera subido el volúmen, una pregunta del audiolibro sonó con tanta intensidad que ya no pude poner atención a nada más por algunos minutos. Tuve que tomar un breve descanso antes de retomar mi estudio. Así que, después de prepararme otro café, regresé al sillón, y me puse nuevamente los audífonos para continuar, pero esta vez ya no me recosté, me quedé sentada intentando asimilar cada palabra del capítulo que estaba escuchando.
¿Cuál es el propósito de tu vida?
Esa fue la pregunta que me causó shock. La primera respuesta que vino a mi mente fue “ser feliz”, pero después de un instante, me sentí como si esa fuera la respuesta perfecta de una participante en un concurso de belleza, pero no me pareció que fuera la respuesta correcta para mí, una mujer auto empleada, que pasa la mayor parte del día entre las paredes de su casa, trabajando y atendiendo a la familia, y que en estos tiempos, socializa (como la mayoría) casi exclusivamente a través de redes sociales. Ya estoy tomando pista hacia cumplir la sexta década de mi vida y ¡no tengo claramente definido mi propósito de vida!
Tengo mis metas definidas, a corto, mediano y largo plazo. Cada una con un mapa que me indica los pasos que debo dar para lograrlas. Y me siento satisfecha porque he ido aprendiendo cómo hacerlo y tal parece que lo estoy haciendo bien. Sin embargo, esas son metas, proyectos, objetivos, pero… Regresa la pregunta a taladrar mi cerebro “¿Cuál es el propósito de tu vida?” y entonces busco la respuesta a “¿para qué nací?”
El insomnio más positivo de mi vida.
Confieso que esta noche casi no pude dormir. Mi mente daba vueltas y vueltas buscando una respuesta que me resultara razonable y congruente. Y cómo sólo conseguía enredarme cada vez más, decidí ir analizando cada uno de mis proyectos y el por qué deseaba lograrlos.
Por ejemplo: Escribir y publicar ese libro en el que he estado trabajando con disciplina y constancia; para poder compartir historias, experiencias, conceptos, opciones y esperanza; para animar el corazón de alguien que quizá siente que no hay salida; porque me gusta la sensación de confortar un alma rota y lograr que sonrían y en sus ojos brille una ilusión; porque lograr que alguien se sienta feliz es lo que más disfruto…
Y así, analizando uno a uno mis proyectos y su razón de ser, es como llegué a la conclusión de que mi primer respuesta sí es la correcta: El propósito de mi vida es ser feliz.
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[…] sería su ocupación ese día y teníamos que decir cuál era nuestra misión. A veces éramos científicas o astronautas, otras veces éramos maestras rurales […]